UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL
FACULTAD DE JURISPRUDENCIA Y CIENCIAS SOCIALES Y POLÍTICAS.
LAS MUJERES EN LA HISTORIA DEL ECUADOR.
LAS MUJERES EN LA HISTORIA DEL ECUADOR.
ZOILA UGARTE:
Zoila
Ugarte de Landívar encarna el esfuerzo y los contratiempos que surcaron la vida
y las obras de las primeras feministas latinoamericanas del siglo XX. Había
nacido el 27 de junio de 1864, día de San Zoilo, en la parroquia El Guabo,
ubicada en las cercanías de Machala, en la provincia de El Oro. Fue tercera de
nueve hermanos, de los que solamente cinco llegarían a la mayoría de edad.
Recibió las primeras letras de su madre y sobresalió desde muy pequeña por su
inteligencia y vivaz conversación. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes
de que fallecieran sus padres. En 1905 fundó La Mujer, primera revista feminista
ecuatoriana y tribuna de ideas progresistas.Comenzó a escribir en 1890, cuando
con el seudónimo de “Zarelia” envió sus primeras crónicas a El Tesoro del
Hogar, semanario de literatura, ciencias, artes y modas, fundado por la poetisa
Lastenia Larriva de Llona. Desde sus primeros escritos demostró un estilo
literario propio, que con los años le otorgaría singularidad y la diferenciaría
de sus contemporáneas hasta consagrarse como una de las principales escritoras
ecuatorianas de la época. En 1893, en Machala, Zoila contrajo matrimonio con el
capitán Julio Landívar Morán, acantonado por esos meses en dicha plaza. Como
fruto de esta unión nacería Jorge, futuro periodista y activista en el Partido
Socialista. Dos años más tarde, en el contexto de las revueltas populares que
determinarían el ascenso de Eloy Alfaro al gobierno nacional, el matrimonio
decidió mudarse a Quito, en donde finalmente comenzaría a madurar como futura
referente del feminismo y el progresismo ecuatoriano. Por esta misma época, y
mientras su marido combatía en el Ejército, ella se haría un lugar cada vez más
importante en la opinión pública quiteña gracias a sus artículos, generalmente
escritos con los seudónimos “La Mujer X” y “Zoraida”. En 1905 marcaría un hito
en la historia local al fundar la primera revista feminista ecuatoriana,
convertida pronto en una auténtica tribuna de las ideas progresistas y
democráticas defendidas por aquellas mujeres que planteaban una nueva nación a
partir de la lucha y la conquista de nuevos derechos sociales y políticos. Así,
La Mujer fue planeada desde un inicio como una publicación mensual de
literatura y variedades en donde se expresaron narradoras, poetisas y algunas
de las primeras ideólogas del feminismo local, como Mercedes González de
Moscoso, María Natalia Vaca, Josefa Veintemilla, Antonia Mosquera, Dolores Flor
e Isabel Espinel. Debido a la transgresión de sus artículos, no resultó casual
que la imprenta en la que se editaba La Mujer fuera varias veces clausurada,
siempre por razones políticas. A fines de 1905 fue designada socia honorífica
del periódico El Tipógrafo, un nuevo espacio en el que publicaría sus
reflexiones políticas construidas, como en la siguiente cita, con una mirada
feminista y de izquierda: “La mujer tiene derecho a que se le dé trabajo pues
necesita vivir y no se vive ni se adquieren comodidades sin trabajar. La
miseria reinante en Europa es uno de los motivos que con más fuerzas ha
despertado el feminismo moderno. Las falanges de obreras que llenan las
fábricas no han podido menos que comparar la diferencia de salarios señalados
para los dos sexos por idéntico esfuerzo, por las mismas horas de trabajo”. Sus
colaboraciones periodísticas fueron cada vez más amplias, y contribuyó con sus
artículos en medios tan diversos como La Ondina del Guayas y El Hogar
Cristiano, dirigido por Ángela Carbo de Maldonado. Aunque por motivos
familiares estuvo en contra del movimiento alfarista que en 1906 destituyó al
presidente Lizardo García, en ningún momento abandonó las filas populares ni
dejó de lado su ímpetu transformador. Ingresó a la redacción de La Prensa y en
1908 incursionó en la Escuela de Bellas Artes, donde aprendió dibujo, pintura,
litografía y escultura, obteniendo varios premios en la Exposición Nacional del
Centenario de la Independencia realizada dos años más tarde. Si bien en líneas
generales apoyaba al liberalismo radical, sus diferencias con el alfarismo
fueron crecientes y, pese a que recibió críticas por parte del oficialismo,
encontró en cambio el apoyo de varios de sus colegas periodistas, narradores y
poetas, quienes no dudaron en calificar de “brillante acción colectiva” sus
denuncias en beneficio de las mujeres y por la pacificación del Ecuador: un
Comité Nacional, en el que se encontraban sus amigas, las poetisas Mercedes González
de Moscoso, Dolores Sucre, Carolina Febres Cordero de Arévalo y Ángela Carbo de
Maldonado; incluso se encargó de realizarle un homenaje público, con un amplio
respaldo popular. Ya como seguidora del dirigente liberal Leonidas Plaza, quien
volvería al gobierno en 1912, dirigió La Patria por un breve período y
posteriormente estuvo al frente del diario La Prensa. Ese mismo año
multiplicaría sus actividades al ser electa directora de la Biblioteca
Nacional, lo que la obligaría a alejarse del periodismo, si bien continuó
publicando sus escritos en el boletín periódicamente editado por dicha entidad.
Y pese a las diferencias que había mantenido en los últimos tiempos, el 28 de
enero de 1912 fue testigo del asesinato de Eloy Alfaro por una turba enloquecida,
y pidió que por favor los despojos del expresidente pudieran ser cubiertos por
una bandera nacional. Los siguientes años estuvieron marcados por el
fallecimiento de su esposo, en 1913, y por sus renovadas colaboraciones con
distintas revistas y diarios, como sería el caso de El Demócrata, dedicado a la
literatura el arte y la sociología, a partir de 1914; La Mujer Ecuatoriana,
órgano del Centro Feminista La Aurora, de Guayaquil, y Páginas Literarias,
editado en la ciudad de Cuenca, en ambos casos, desde 1918. En ese mismo año,
fue además invitada a la inauguración de la Columna del Centenario de la
Independencia, ubicada en Guayaquil. En 1920 concluyó su mandato al frente de
la Biblioteca Nacional y, prácticamente sin recursos, comenzó a parcelar un pequeño
terreno que le había legado su marido en las inmediaciones de La Carolina, en
Quito. En 1923 se convirtió en la única mujer en asistir a la Asamblea Liberal
y comenzó a desempeñarse como secretaria en la Dirección de Estudios del
Pichincha, puesto que abandonaría en 1925, mientras colaboraba con diarios como
El Telégrafo y El Universo. Al siguiente año desarrolló actividades en el
Colegio Manuela Cañizares de Quito y contribuyó así a forjar una generación de
feministas y activistas sociales entre sus alumnas y compañeras docentes. Ya
para enero de 1930, y como presidenta fundadora del Centro Feminista
Anticlerical de Quito, Zoila generó una gran repercusión cuando recibió a Belén
de Sárraga, notable activista feminista y anarquista española, quien arribó al
país invitada a dictar dos charlas. La Iglesia emitió una furibunda pastoral en
su contra, se difundieron hojas sueltas, y movilizó a los fanáticos quienes al
grito de “Al Ejido” reclamaban la quema de ambas, repitiendo lo ocurrido casi
dos décadas antes con Eloy Alfaro. El clero ecuatoriano resolvió declarar como
Hora Santa el momento en el que la militante española disertaría en el Colegio
Mejía, a fin de que el pueblo se reuniera a rezar en las iglesias. La
intervención oportuna del Batallón Yaguachi impidió la agresión contra las
activistas. Finalmente Belén de Sárraga solo pudo dictar una conferencia, muy
comentada durante mucho tiempo, y a continuación ella y Zoila encararon un
recorrido por varias ciudades del país: durante su estancia en Guayaquil,
alcanzó a brindar una charla en el local de la Confederación Obrera del Guayas.
Junto con otras compañeras feministas como Victoria Vásconez Cuvi, María
Angélica Idrovo y Rosaura Emelia Galarza, en 1934 Zoila Ugarte publicó Alas,
revista dedicada a la mujer hispanoamericana, de la cual, pese a lo promisorio
del proyecto, únicamente lograrían editar dos números. Tres años más tarde,
este mismo grupo solicitó una pensión vitalicia para Zoila, quien ya contaba
con 73 años y se encontraba en una situación de extrema pobreza: pese a que el
gobierno de Federico Páez encaraba una feroz persecución contra la izquierda,
la presión pública lo obligó a otorgarle la Orden Nacional al Mérito en el
grado de Oficial. En una ceremonia pública celebrada el 24 de mayo, la homenajeada
se encargó de recalcar que recibía el premio de parte del gobierno ecuatoriano,
y no de su presidente, a quien como muchos consideraba como un dictador. Para
1942, doña Zoila, como era conocida, fue a vivir con la familia de Jorge, su
hijo, quien le había dado cuatro nietos: pese a que ya casi no escribía, era
una ávida lectora de noticias periodísticas y de literatura en general. Con
todo, su vida sufriría un nuevo golpe cuando, en 1962, su hijo murió de cáncer
al estómago. Deprimida pasó sus días recluida en el convento de las madres
franciscanas y permaneció allí hasta 1968, cuando uno de sus nietos la llevó a
vivir con su familia. Zoila Ugarte falleció el 16 de noviembre de 1969 como
consecuencia de un paro cardiaco: tenía 105 años. El próximo sábado se
cumplirán 44 años de la muerte de esta pionera de la izquierda y del feminismo
ecuatoriano. Vale recordarla como lo hiciera su amigo, el escritor Justino
Cornejo, en la breve biografía de Zoila Ugarte que publicó en 1938: “Vive sola
y en pobreza, en un cuarto lleno de libros y papeles, cuidada por su hijo.
Invariablemente vestía de negro, de ordinario envuelta en su tosco sobretodo
oscuro, con sombrero noche y día, sola o acompañada por su cordial amiga María
Angélica Idrovo. Se le veía de tarde en tarde por esas silenciosas y tristes
callejas de Quito, testigos de sus afanes, sus ensueños y sus glorias. Pequeña
de talla, enjuta de carnes, quemada su tez por ese implacable sol tropical,
negra y ensortijada su antes abundante cabellera, con mucho polvo en el rostro
y mucha tristeza en la mirada”.
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